Allí estaba. La distancia que no separaba me dejó abrumada. Tan cerca y distante. Se acercaba y se alejaba, paseándose por su elevado espacio, muy superior al mio, muy por encima de donde yo me encontraba en ese momento.
Estaba quemándome, y no precisamente por la cercanía que tenía con la pirotecnia desplegada por el lugar, sino por la energía que se respiraba, por el calor de miles de personas vibrando en un mismo sitio. Ni la lluvia aplacó la llama generada por todos los presentes.
Embelesada con su voz, impactante por demás, traté de concentrarme en mi asunto y de olvidar por un momento las emociones. Intentos en vano. Me arrastró consigo con cada movimiento que realizaba, me dejé llevar por los ritmos y por la delicada línea melódica que emanaba de su garganta. Era como un sueño.
Nunca pensé que iba a estar tan cerca de ella. ¡Eran menos de dos metros de distancia! Creo que sigo en estado de conmoción.
Su voz. No puedo quitármela de la cabeza. Las canciones aún retumban en mi cerebro, con sus instrumentos tropicales, con las potentes líricas, con lo comercial de los ritmos.
No sé a quien agradecer el hecho de que ahora esté curando las quemaduras que quedaron como consecuencia de haber estado cerca de "La mujer de fuego".