lunes, 23 de febrero de 2009


Allí estaba. La distancia que no separaba me dejó abrumada. Tan cerca y distante. Se acercaba y se alejaba, paseándose por su elevado espacio, muy superior al mio, muy por encima de donde yo me encontraba en ese momento.

Jamás le quité la vista de encima. La seguí durante la hora y media, aproximadamente, que estuvo allí arriba siendo la gran estrella de la noche. Me parece insólito que aún cuando mis gustos musicales han cambiado para definitivamente y para siempre, todavía sienta tal admiración por ella.

Estaba quemándome, y no precisamente por la cercanía que tenía con la pirotecnia desplegada por el lugar, sino por la energía que se respiraba, por el calor de miles de personas vibrando en un mismo sitio. Ni la lluvia aplacó la llama generada por todos los presentes.

Embelesada con su voz, impactante por demás, traté de concentrarme en mi asunto y de olvidar por un momento las emociones. Intentos en vano. Me arrastró consigo con cada movimiento que realizaba, me dejé llevar por los ritmos y por la delicada línea melódica que emanaba de su garganta. Era como un sueño.

Nunca pensé que iba a estar tan cerca de ella. ¡Eran menos de dos metros de distancia! Creo que sigo en estado de conmoción.

Su voz. No puedo quitármela de la cabeza. Las canciones aún retumban en mi cerebro, con sus instrumentos tropicales, con las potentes líricas, con lo comercial de los ritmos.

No sé a quien agradecer el hecho de que ahora esté curando las quemaduras que quedaron como consecuencia de haber estado cerca de "La mujer de fuego".

sábado, 21 de febrero de 2009

Corte de inspiración

No puedo creer lo que acaba de sucederme. Termine de leer el inspirador libro que me había quitado el sueño durante los últimos días y me dispuse a escribir, algo me decía que tenía que hacerlo, así que me separé de la comodidad que me brinda la cama, esa misma que observó silente mis desvelos por el fulano libro, y me fui al ordenador para redactar algunas líneas acerca de lo primero que se me viniera a la mente.

Y hasta ahí llegó mi felicidad. Descubrí uno de los actos más desquiciados y enfermizos que jamás había visto, hallé hasta dónde puede llegar la locura de una persona y el capricho de querer parecer el mandamás.

Encontré el modem apagado, muerto, sin señales de vida. A la primera pensé que sólo estaba desconectado y que lo resolvería fácilmente, pero luego la realidad se impuso implacable ante mi ingenua ilusión: mi abuelo le quita el cable al aparato y se lo lleva para que la computadora no sea usada hasta altas horas de la noche ¡vaya ridiculez! Pensé que conocía todos sus ataques de señor mayor con altos índices de necedad, pero no imaginé que llegaría hasta ese punto de desvariado deseo de controlar todo a su alrededor.

Me siento tan indignada ¡me robó mi momento de alivio frente al teclado, mi rato de "escritora", la terapia que tengo para olvidar la monotonía diaria. Sólo puedo valerme en este momento de las pequeñas letras de este teléfono, que me sorprende ahora más que nunca con su capacidad de ofrecerme un espacio para desahogar con palabras está conjugación de emociones o sensaciones, sorpresa, rabia, tristeza.

lunes, 16 de febrero de 2009

Inevitable regreso


Me levanté con ganas de retomar la escritura. Y no esa escritura rígida del periodismo (que por cierto amo), sino más bien, aquella que me permite expresar lo que pasa por mi cabeza, por alocado que sea.


Hacía ya un buen tiempo que no me sentaba a teclear frente a la computadora sin motivo alguno, solo impulsada por el inminente deseo de dejar fluir las palabras que llegan a mi mente, una a una, como rayos de luz que vienen y se van rápido.


Tal vez, esto esté motivado por las últimas lecturas que he realizado, los últimos textos que he devorado con la avidez de quien jamás se satisface de páginas bien escritas. Existe la posibilidad de que algunos textos lleguen a esa parte de ti que activa los dedos y los empujan en dirección a las 27 teclas que identifican cada letra, a las siete que se ocupan de perfeccionar la ortografía, la barra que permite colocar espacio entre cada palabra y el botón que se ocupa de separar los párrafos.


Definitivamente se alborotó, luego de varios intentos fallidos, esa parte del cerebro que me lleva a esta hoja donde tengo la facultad de decir lo que quiera; y espero que no se adormile para poder seguir escribiendo lo que sucede Cuando No Pienso.


Este es mi regreso al muchas veces olvidado mundo del Blog...