Y lloré. Tenía mucho tiempo sin llorar así, sin sentir un dolor tan grande. Fue como si una estaca me hubiera atravesado completamente el corazón, dejándome allí, muerta en vida.
He tenido despedidas difíciles, motivadas a diferencias irreconciliables o falta de cariño, pero jamás una como ésta. Inesperada. Ruda. Casi cruel.
Sus palabras sonaban como una broma pesada más, como un adiós normal de esos que se dicen cuando sabes que al día siguiente volverás a ver a esa persona y hablaran de las mismas cosas de siempre y se reirán juntos; pero como cosa extraña pude leer entre líneas sus palabras punzocortantes y entendí la razón de su llamada.
Desde el primer momento debí sospechar. La hora, el motivo y la larga introducción hicieron el papel de pistas, pero mi inocencia (o falta de perspicacia) me adentró en el juego y me dejé llevar a través de una conversación de temas variados, de reclamos y hasta recuerdos.
Fui el toro dentro de la corrida. Me mareó.
Jamás sospeché que concluiría de esa manera. Jamás pensé que al colgar, me iban a lanzar también la puerta en la cara, cerrándola por un tiempo indefinido y dejándome fuera sin una de las cosas que más he apreciado y respetado en los últimos tiempos.
Sus palabras fueron tan contundentes que no pude contenerme. Detesto verme débil y susceptible en frente de la gente, pero esta vez no me importó nada. Ya no tenía nada que perder, las cartas estaban apareciendo una a una sobre la mesa y era imposible continuar fingiendo.
Rompí en llanto. No podía hablar. Hasta temblé. Intentaron calmarme a través de distintos medios, recordándome que tengo una vida genial, que soy joven y me falta mucho por vivir; pero ninguna frase de consuelo serviría en ese momento.
¿Qué se puede hacer cuando hay gente que no entiende que la vida es hermosa o genial porque ellos están presentes? ¿Cómo uno explica que hay afectos tan grandes que sobrepasan cualquier límite imaginable?
No había quedado tan devastada luego de una conversación. No había reído, pensado, llorado y hablado tanto en una misma llamada. Nunca antes había tenido el corazón tan chiquitico.
Ignoré sus advertencias, que desde hacía varios días me pedían a gritos que me alejara. Me arriesgué y salí herida. Pero voy a segir frente a las balas que disparas para que me veas y sepas que estoy allí, por si algún día quieres que te acompañe. Oficialmente.
Pd: Erizo, soy resistente. Mi caparazón me mantiene a salvo de tus púas por eso sigo andando a tu lado
La Tortuga