domingo, 28 de junio de 2009

Mar en mis ojos

Y lloré. Tenía mucho tiempo sin llorar así, sin sentir un dolor tan grande. Fue como si una estaca me hubiera atravesado completamente el corazón, dejándome allí, muerta en vida.


He tenido despedidas difíciles, motivadas a diferencias irreconciliables o falta de cariño, pero jamás una como ésta. Inesperada. Ruda. Casi cruel.


Sus palabras sonaban como una broma pesada más, como un adiós normal de esos que se dicen cuando sabes que al día siguiente volverás a ver a esa persona y hablaran de las mismas cosas de siempre y se reirán juntos; pero como cosa extraña pude leer entre líneas sus palabras punzocortantes y entendí la razón de su llamada.


Desde el primer momento debí sospechar. La hora, el motivo y la larga introducción hicieron el papel de pistas, pero mi inocencia (o falta de perspicacia) me adentró en el juego y me dejé llevar a través de una conversación de temas variados, de reclamos y hasta recuerdos.


Fui el toro dentro de la corrida. Me mareó.


Jamás sospeché que concluiría de esa manera. Jamás pensé que al colgar, me iban a lanzar también la puerta en la cara, cerrándola por un tiempo indefinido y dejándome fuera sin una de las cosas que más he apreciado y respetado en los últimos tiempos.


Sus palabras fueron tan contundentes que no pude contenerme. Detesto verme débil y susceptible en frente de la gente, pero esta vez no me importó nada. Ya no tenía nada que perder, las cartas estaban apareciendo una a una sobre la mesa y era imposible continuar fingiendo.


Rompí en llanto. No podía hablar. Hasta temblé. Intentaron calmarme a través de distintos medios, recordándome que tengo una vida genial, que soy joven y me falta mucho por vivir; pero ninguna frase de consuelo serviría en ese momento.


¿Qué se puede hacer cuando hay gente que no entiende que la vida es hermosa o genial porque ellos están presentes? ¿Cómo uno explica que hay afectos tan grandes que sobrepasan cualquier límite imaginable?


No había quedado tan devastada luego de una conversación. No había reído, pensado, llorado y hablado tanto en una misma llamada. Nunca antes había tenido el corazón tan chiquitico.


Ignoré sus advertencias, que desde hacía varios días me pedían a gritos que me alejara. Me arriesgué y salí herida. Pero voy a segir frente a las balas que disparas para que me veas y sepas que estoy allí, por si algún día quieres que te acompañe. Oficialmente.


Pd: Erizo, soy resistente. Mi caparazón me mantiene a salvo de tus púas por eso sigo andando a tu lado

La Tortuga

viernes, 19 de junio de 2009

Entre acontecimientos

Han pasado varias cosas importantes desde la última vez que me senté a redactar frases improvisadas en este portal abierto hacia mi día a día. Unas buenas, otras definitivamente no y otras que aún no he definido.


El caso es que pasé unos días con la mente dispersa entre todos los hechos que he vivido en estas últimas tres semanas, en las que tuve que decir un adiós definitivo por primera vez en la vida, estar lejos de quien más me necesitaba, pasar por un momento de distancia con una de las personas que más quiero y comenzar a escribir una nueva página sobre un tema que domino muy poco.


En este punto, luego de toda una tormenta mental que incluye otras cosas que ya he superado, puedo decir que me siento relajada, en paz. Tratando de enfocarme en los puntos que me interesan, en las cosas buenas que veo acercarse a mi, porque por lo menos a la distancia que están las veo bien.


Por otro lado seguiré disfrutando del juego de palabras, de las frases que me incitan a ser más perspicaz, y de aquellas otras con las que no puedo competir. Pero sobre todo, seguiré del lado de quienes toman lo mejor de cada día y aprenden.


Tomé el reto y ahora me toca afrontarlo.

martes, 9 de junio de 2009

Más grande

No había sentido la verdadera furia, esa de la que tanto sospechaba y de la que había observado algunos destellos un tiempo atrás, cuando era una más del montón que estaba recibiendo la descarga.

Esta vez no fue nada fácil. Al contrario, uní todas mis fuerzas para contener las lágrimas que poco a poco comenzaban a inundar mis ojos. Sin embargo, aguanté como las duras y hasta pude soltar una que otra palabra, cosa que aún me sorprende.

Es como si me hubiesen sentado obligada, como si me hubieran obligado a poner los pies en la tierra y al mismo tiempo me colocaran en el cielo con una demostración contundente de importancia.

Lo cierto es que, como se dice por estos lados, volví a poner la torta (en esta ocasión literalmente) y pague las consecuencias.

Ahora, tras toda una noche de silencio y pensamientos me doy cuenta que eres más grande de lo que creía.

Tú eres más grande de lo que creía y lo que siento por ti es más grande de lo que creía.

Y, definitivamente, no tengo miedo de seguir conociéndote.