miércoles, 22 de abril de 2009

Inmensa disyuntiva

Tengo una inmensa punzada en el estómago. Esa misma que supuestamente se siente cuando uno se enamora, cuando está nervioso o cuando presiente que algo importante (ya sea malo o bueno) está por pasar. El hecho es que estoy en medio de dos caminos y una enorme disyuntiva que no sé cómo resolver.

No suelo ser de las personas que tienen enemigos, ni tampoco pertenezco precisamente al grupo de aquellos que tienen cientos de conocidos a quienes no les hablan porque tuvieron un problema, pero inevitablemente me tocó y ahora debo lidiar con eso.

La interrogante está planteada de una forma muy sencilla ¿Le hablo y trato de resolver el problema o dejo todo tal cual está? La respuesta aún no termino de encontrarla.

Me encuentro tambaleando entre dos opciones, una más drástica que la otra... Si dejo las cosas como están en este momento debo resignarme a su silencio permanente y a perder a un amigo. Pero si intento reanudar cualquier tipo de contacto, podría caer nuevamente en confusiones o tal vez llevarme otra decepción mayor.

Entretanto seguiré evitando pensar en ello, continuaré evadiendo encuentros y eliminaré cualquier cosa que me recuerde a mi fruta preferida.

martes, 14 de abril de 2009

Delirio romántico


Siento que tengo el romántico elevado en este momento, así que dedicaré unos minutos (y unas cuantas letras) a la cursilería. Sí, esa especie de ciencia indefinida que se alimenta de algo que llaman "amor" y se condimenta con exageración.


No fue fácil estar ahí en primera fila, observando su aparente felicidad trasmitida con una sonrisa resplandeciente. ¿Por qué tenía que estar presente en ese momento? Mirar aquella imagen fue un golpe bajo a mí misma.

Llevaba meses sin saber de su existencia y desde hacía un tiempo, creía que estaba dejando de importarme. ¡Falso! Cuando su mirada se encontró con la mía (por pura casualidad... ¿o causalidad?) lo supe todo, estaba vencida otra vez.

Me sumí en los nervios (que ahora controlo mucho mejor) y decidí ignorar su presencia, pero él me vio y yo lo vi, y de eso no quedaba ninguna duda. Estuvo tan cerca de arruinar mi noche, mi día, mi semana, pero descubrí que no debía preocuparme por ese mínimo hecho cuando ya había arruinado mi vida.

¡Es insólito que aún pueda sentir algo! Tras todo el daño, las faltas y las mentiras todavía pienso en él, porque estoy pensando en él. Motivo de mis silencios, mis canciones, mis rabias, mis momentos de introspección y de este desvelo absurdo que me ayuda a desahogar todo lo que siento después de ese día.

Y ella, la causante de su sonrisa también estaba en el sitio. La reconocí de inmediato, como si un rayo de intuición femenina me la hubiese señalado. Nunca la había visto en persona y supe quien era tan rápidamente.

Mis intenciones no eran acercarme a ellos, ni mucho menos verlos juntos, pero la vida se empeñó en jugarme una mala pasada y me llevó directo a donde estaban. ¿Por qué debemos tener amigos en común?

Tampoco conocerla estaba entre mis planes. ¡Rayos! si hasta ella misma había evitado ese incómodo momento a toda costa. Por mi mente pasaron tantas cosas mientras con una sonrisa hipócrita me decía su nombre y estiraba su mano para estrecharla con la mía. ¡Ja! como si no supiera quien soy, como si no supiera yo quien es ella.

La cara de él era lo peor. Su rostro expresaba cierta satisfacción no sé de qué y yo sólo quería tener el momento para insultarlo por segunda vez, en esta oportunidad en su propia cara.

Debo admitirlo, verlo ese día me abrió la herida nuevamente, justo cuando estaba suturando los últimos puntos y me preparaba para quedarme con la cicatriz.

No me queda otra opción que seguir eludiendo cualquier posibilidad de encontrármelo, de tener que fingir tranquilidad y desinterés cuando todavía no he cerrado el círculo, cuando todavía no he presentado el examen final de lo que se ha convertido en mi materia pendiente.

lunes, 13 de abril de 2009

Doble cara de una palabra

Olvidar es una palabra corta; tres sílabas, siete letras, fácil de decir. Pero es una acción complicada, dura, dolorosa.

¿Cómo se puede sencillamente dejar a un lado lo que nos perteneció, todo aquello que formó parte importante de nuestra vida? No es sencillo. Siempre existirá algo que no los recuerde, un detalle con el cual se hace flashback y comienzan a llegar todos esas imágenes y momentos a la mente, que no siempre es nuestra mejor amiga.

Cuál será la receta para dejar de pensar en nuestros tormentos, de qué manera se puede resolver esta crisis que ataca una y otra vez, que asfixia.

Los lugares más inesperados, las canciones menos sonadas y los días menos pensados forman parte de ese extenso grupo que confabula en contra del olvido.

Éste es uno de esos momentos en los que me resisto a pensar, porque el pensamiento es el peor enemigo de aquél que quiere desaparecer recuerdos.