martes, 14 de abril de 2009

Delirio romántico


Siento que tengo el romántico elevado en este momento, así que dedicaré unos minutos (y unas cuantas letras) a la cursilería. Sí, esa especie de ciencia indefinida que se alimenta de algo que llaman "amor" y se condimenta con exageración.


No fue fácil estar ahí en primera fila, observando su aparente felicidad trasmitida con una sonrisa resplandeciente. ¿Por qué tenía que estar presente en ese momento? Mirar aquella imagen fue un golpe bajo a mí misma.

Llevaba meses sin saber de su existencia y desde hacía un tiempo, creía que estaba dejando de importarme. ¡Falso! Cuando su mirada se encontró con la mía (por pura casualidad... ¿o causalidad?) lo supe todo, estaba vencida otra vez.

Me sumí en los nervios (que ahora controlo mucho mejor) y decidí ignorar su presencia, pero él me vio y yo lo vi, y de eso no quedaba ninguna duda. Estuvo tan cerca de arruinar mi noche, mi día, mi semana, pero descubrí que no debía preocuparme por ese mínimo hecho cuando ya había arruinado mi vida.

¡Es insólito que aún pueda sentir algo! Tras todo el daño, las faltas y las mentiras todavía pienso en él, porque estoy pensando en él. Motivo de mis silencios, mis canciones, mis rabias, mis momentos de introspección y de este desvelo absurdo que me ayuda a desahogar todo lo que siento después de ese día.

Y ella, la causante de su sonrisa también estaba en el sitio. La reconocí de inmediato, como si un rayo de intuición femenina me la hubiese señalado. Nunca la había visto en persona y supe quien era tan rápidamente.

Mis intenciones no eran acercarme a ellos, ni mucho menos verlos juntos, pero la vida se empeñó en jugarme una mala pasada y me llevó directo a donde estaban. ¿Por qué debemos tener amigos en común?

Tampoco conocerla estaba entre mis planes. ¡Rayos! si hasta ella misma había evitado ese incómodo momento a toda costa. Por mi mente pasaron tantas cosas mientras con una sonrisa hipócrita me decía su nombre y estiraba su mano para estrecharla con la mía. ¡Ja! como si no supiera quien soy, como si no supiera yo quien es ella.

La cara de él era lo peor. Su rostro expresaba cierta satisfacción no sé de qué y yo sólo quería tener el momento para insultarlo por segunda vez, en esta oportunidad en su propia cara.

Debo admitirlo, verlo ese día me abrió la herida nuevamente, justo cuando estaba suturando los últimos puntos y me preparaba para quedarme con la cicatriz.

No me queda otra opción que seguir eludiendo cualquier posibilidad de encontrármelo, de tener que fingir tranquilidad y desinterés cuando todavía no he cerrado el círculo, cuando todavía no he presentado el examen final de lo que se ha convertido en mi materia pendiente.

1 comentario:

Kiwi Feliz dijo...

Cierre la herida y remueva la cicatriz con laaaaaaseeer, deje asiii *

*(dilo como si fuera Andres Lopez)